Desacuerdo Con
Políticas Mundiales Establecidas
Si las
políticas mundiales generales fueran adecuadas, harían que el mundo estuviera
mejor. Estoy generalizando y obviamente no todo lo que se está haciendo a nivel
global está mal, sin embargo los resultados que vemos parecen provenir más de
los intereses de unos pocos, que de la
búsqueda del bien común.
Se necesita valentía para
atreverse a disentir ante políticas mundiales turbulentas, que como ríos
enfurecidos, evitan que nademos en su contra. Pero seguir su corriente embravecida
tampoco nos hace bien. Me uno a las incógnitas planteadas por el nobel de economía
Joseph Stiglitz quien se pregunta si el Producto Interno Bruto-PIB, en donde el objetivo principal de un
gobierno es su crecimiento económico sin tener en cuenta si este conduce o no a
la felicidad de sus habitantes, es una buena medición del nivel de vida,
Afortunadamente existen lugares
en el mundo que pueden gobernar con independencia como Bután. Su rey, en 1972, Jigme
Singye Wangchuck
decidió salirse de los parámetros económicos imperantes y realizó transformaciones profundas. Es así como cambió su indicador de
desarrollo de producto interno bruto PIB a FIB felicidad interna bruta, sustentado
en que “El verdadero
desarrollo de la sociedad humana se encuentra en la complementación y refuerzo
mutuo del desarrollo material y espiritual”. Los cuatro pilares de la FIB son:
la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la
preservación y promoción de valores culturales, la conservación del medio
ambiente y el establecimiento de
un buen gobierno. Su índice de medición se basa en nueve dimensiones: bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la
comunidad, cultura, salud,
educación, diversidad medioambiental, nivel de vida y gobierno.
Este ejemplo nos invita a
repensar nuestra vida. Cambiar una economía global tan poderosa, se nos sale de las manos; lo que sí podemos hacer es
tomar el camino del medio en donde lo material y lo espiritual se equilibre
y nos haga mejores personas. Un lugar
con mejores personas es claramente un lugar mejor para vivir; y esto va más
allá de lo que define un PIB. El bienestar de las personas comienza en su
interior. Por grandes que sean sus riquezas, estas no llenan los vacíos que deja
el estar desconectados con su esencia, con su espiritualidad.
Todos tenemos un espíritu que
nos habita, que determina lo que somos y que está definido por los talentos y
habilidades con los que hemos nacido para cumplir nuestro propósito.
Desarrollarlos es vivir nuestra espiritualidad; para identificar nuestras
habilidades y talentos ayuda enormemente el hacer una pausa en nuestra rutina
diaria y observar lo que sentimos, lo
que pensamos y lo que hacemos ante las
diferentes situaciones que se nos presentan. Vivir atentos al momento presente
nos reconecta con lo que somos.
Los gobiernos deberían enfocarse
no solo en el PIB sino también en la realización de las personas; lo cual,
además de elevar la felicidad y el bienestar, trae como consecuencia lógica el
incremento de los bienes materiales.
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