Creencias Ocultas
Hay
ocasiones en la vida en las que sin darnos cuenta nos convertimos en nuestros
peores enemigos. En un momento nos entusiasma algo y al otro,
inconscientemente, saboteamos eso que tanto nos gusta, y sin saber porque nos
sentimos incapaces y nos llenamos de temores. Automáticamente se produce un
bloqueo.
Me
fascina escribir. Con solo pensar en tomar lápiz y papel o un computador, me
emociono. Tomo estos maravillosos instrumentos y me dejo llevar, dejo fluir pensamientos,
recuerdos, sentimientos. Escribirlos y
eventualmente compartirlos, me gusta. Es
así como nació esta columna. Decidí
hacerlo semanalmente.
Comencé
feliz. Poco a poco la felicidad fue desapareciendo y pasé a sentirme
sobrecargada. Lo que antes hacía con fluidez, ahora se me dificultaba. ¿A dónde
se habían ido la alegría y la espontaneidad? ¿En donde se habían escondido esas
ideas, que antes brotaban sin esfuerzo? ¿Se me había vuelto una tarea con todas
las connotaciones que esta implica. Sin saberlo emergió desde lo profundo de mi
ser aquello que ocurre cuando se incumple un compromiso escolar: Se interpone
el miedo. De inmediato surge un bloqueo. Dejo de
experimentar gozo cuando escribo. Las ideas se nublan. Me cuesta. De mi
inconsciente salen todas esas creencias que a través de la vida han quedado grabadas
allí. Ser inadecuada, no responder a las expectativas de lo que se espera de
mi, son algunos de los mensajes acumulados desde la infancia mediante frases
como: “No se puede”, “Así no se hace”, “Otros lo hacen mejor”; y es en los momentos,
en los que quiero ser yo y expresarme libremente, que aparecen las
inseguridades y me sabotean.
Ante
eso, pido a Dios su luz. Me pongo en Sus manos para que se haga su voluntad y
no la mía. Hago un alto. Me aquieto. Me conecto con mi esencia, con lo que yo
soy y entonces, comprendo.
Me
hago consciente de lo que me está pasando. Está claro que son las creencias del
inconsciente las que sabotean lo que tanto me gusta. Por eso es tan importante
recuperar la consciencia. El solo hecho de reconocer la presencia de los miedos
e inseguridades les quita poder. Disminuye esa influencia invisible que abruma.
Recupero la libertad y la autonomía.
Y es
que cuando los efectos del miedo se manifiestan -el miedo paraliza, acorta la
respiración, nubla los sentidos- es importante respirar y hacer un alto para
reponernos.
A
través del miedo mi cuerpo me está hablando, me he entrenado para escucharlo.
Hago consciente lo que me pasa, aquieto mi mente parlanchina y la cortina de
humo se esfuma. Desaparece. Puedo ver. Reviso los paradigmas y creencias ocultas.
Agradezco al Creador el talento que me ha concedido y le pido ser útil. Me desprendo de los resultados. Los dejo en Sus manos.
Surge
de nuevo la emoción. Escribo estas
líneas. Que felicidad ser yo misma otra vez, la alegría me arropa. Sucede cuando me reconecto. Doy gracias.