Pensar versus Sentir
Pensamos que el mundo está hecho una catástrofe, pensamos en las
injusticias que suceden cuando los niños mueren de hambre y los dineros que se
les adjudican no les llegan. La corrupción hace que se pierdan por el camino y
lo poco que les llega está incompleto o en mal estado. Leemos o escuchamos la
noticia y tras un momento de indignación, la olvidamos y seguimos como si nada
hubiera sucedido. ¿Qué nos pasa? ¿Acaso nos hemos deshumanizado?
Tristemente,
eso es ni más ni menos lo que está pasando. ¿Cómo llegamos allá? ¿Qué creen que
pasa cuando dejamos de sentir? ¿Qué pasa cuándo lo que pasa se les queda en la
mente y no trasciende al corazón?
En su libro Recuperando la
condición de sujeto, Jorge Julio
Mejía SJ, lo expresa claramente, así:
“La interioridad del ser humano está
constituida por dos dimensiones que he llamado el yo existencial y el yo esencial. Corresponden a una experiencia
observable en nuestra vida. Reflejan la experiencia de una tensión permanente
entre dos polos. Educación, ambiente y cultura descuidan el yo esencial en aras
de un yo existencial totalmente volcado hacia fuera, excitado y exigido desde
el mundo exterior. Allí se le imponen papeles que debe desempeñar y
expectativas a las que debe responder siguiendo las pautas de una sociedad que
tiene como cimiento el placer, el poder y el dinero y que establece como reglas
la competencia, la dominación y la apropiación. Empujados hacia la periferia
terminamos por desconocer nuestro yo esencial y perdemos el contacto profundo
con el SER como fuente de nuestra
existencia. Es la manera como perdemos nuestro auténtico carácter de sujetos y
nos convertimos más bien en objetos”.
Esta manera de pensar y por lo
tanto de actuar, genera malestar. Nuestro ser interior trata de hablarnos pero
no lo escuchamos. Los parámetros provienen de afuera, y en la ciega carrera por
cumplirlos, se nos olvidó equilibrar lo interior con lo exterior. Con lo que
sentimos, con lo que somos. Esto nos hace perder la condición de sujeto y nos
convierte en objeto. Nos deshumaniza.
Somos títeres del mundo externo. Somos como barcos a la deriva que hemos
perdido el timón de nuestra vida. El contacto con lo que somos, con nuestra
esencia. Vamos al vaivén de la marea.
“Cuando pierdes
contacto con tu quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando
pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo”. Eckhart Tolle.
Llegó la hora de hacer cambios
profundos. Llegó la hora de que nuestros pensamientos y sentimientos sean coherentes.
De darnos cuenta de lo que pienso y sopesarlo con lo que siento. La fuerza para
lograrlo esta en nuestro interior. Es allí donde hay que buscarla.
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